Cortamos un trozo de tela en tonos
tostados. Si no la tuviéramos en este
color también nos viene bien un trozo de
sábana vieja blanca, aunque previamente
tendremos que teñirla.
Para teñir la tela podemos hacerlo con
té negro o rojo muy concentrado. Después
de hervir el agua y echar el té en ella
lo dejamos reposar al menos durante 15 ó
20 minutos para que suelte bien los
pigmentos naturales antes de sumergir la
tela en el preparado y la mantenemos en
dicha agua toda la noche. Al día
siguiente sacamos la tela y escurrimos
sin aclarar; cuando haya secado la tela
podremos comprobar que ha adquirido una
tonalidad parda. Si todavía queremos que
la tela quede algo más oscura podemos
repetir la operación tantas veces como
queramos hasta conseguir la tonalidad
deseada.
También podemos hacer esto mismo con
café, aunque el color que obtendremos
será más negruzco.
Una vez que tenemos teñida y seca la
tela la pegamos alrededor del armazón y
a la base de tal forma que en la base
quede holgada, tal y como vemos en la
fotografía anterior.
El siguiente paso será poner la
techumbre de la jaima para lo que
utilizaremos un trozo de arpillera que
teñiremos siguiendo el mismo método que
con la tela. En este caso cuanto más
oscuro nos quede más similar será al
color de la lana de cabra (material del
que están hechas las jaimas de los
bereberes).
De los trozos de palillos chinos que nos
han sobrado cortamos pequeños trozos,
once en total, que utilizaremos como
estacas para el anclaje de la lona al
suelo. Clavamos las estacas en diagonal
a la base y atamos a ellas el hilo de
bramante que previamente habremos cosido
a la lona.
Por último la decoramos a nuestro gusto:
yo he puesto unos cuantos cojines, un
par de luminarias, un narguile (pipa de
agua), una darbuka y las escenas típicas
de la vida cotidiana en el desierto; los
hombres dentro de la jaima: fumando el
narguile, tomando té y jugando; mientras
que las mujeres trabajan fuera de ella:
moliendo grano, cardando lana, haciendo
queso. |